Por Laura Crespo

Rapahel, en plena gira de su último trabajo, Infinitos bailes, hace un hueco a Madridiario para recibir el Premio Madrid Toda una Vida 2017, que el jurado de la XV edición de los galardones le entrega por «su trayectoria plena de éxitos, que le convierte en uno de los más grandes artistas nacionales e internacionales».

Hace 55 años de aquel festival de Benidorm que terminó de encumbrarle como voz popular. Porque aunque con nueve años ya fue reconocido como la mejor voz infantil de Europa en el exclusivo Festival de Salzburgo (Austria), la gasolina de Raphael siempre ha sido el calor de un público entregado. A él se debe, todavía hoy, 55 años después. Así que la carretera –aunque ahora sean más aviones y trenes- sigue siendo parte fundamental de su día a día. En plena gira, de hecho, nos hace un hueco para recoger el Premio Madrid Toda una Vida.

A pesar de que se declara hombre de pocos balances, conseguimos que nos confiese que de nada se arrepiente, que ha llevado la vida que ha querido y que nunca ha tenido que renunciar a nada, gracias sobre todo a su familia. Por lo demás, Raphael habla en presente. A veces en futuro. Porque lo que tiene ahora entre manos son los directos de sus Infinitos bailes. Una gira en la que se declara Loco por cantar, en este caso, los temas que para él han escrito artistas de varias generaciones, desde Bunbury a Dani Martín, pasando por Iván Ferreiro o Vanesa Martín. Diálogo generacional del que Raphael se nutre para reafirmarse en el buen camino, en el de “levantarse por la mañana para hacer lo que te gusta”. En el de sumar generaciones de fans y pasar de ser el ‘ruiseñor de Linares al ‘jefe Indie’. El de revivir un éxito pasado y convertirlo en un himno de cualquier (gran) noche moderna que se precie.

Y el futuro a Raphael le conjuga en la gran pantalla. Sabrá aparcar momentáneamente su adicción al escenario para cumplir la promesa que se hizo tras aceptar ese reto valiente y desinhibido que le propuso Álex de la Iglesia (Mi gran noche, 2015): la de hacer una película cada dos años. 55 años: la mitad, dice, de su carrera.

Premio Madrid Toda una Vida. ¿Qué significa recibir este premio?

Algo muy largo. Toda una Vida es muy fuerte. Es muy comprometido porque mi carrera está por la mitad todavía; así que vamos a tener que ampliarlo y dentro de otros 50 años decir, “por fin, esta es toda su vida, ahora sí”. Estoy muy feliz porque es un premio muy importante. No es que te den el premio a una canción o a una cosa que has hecho bien, sino que es a tu vida, es muy importante.
A toda una trayectoria. ¿Le hacen a uno este tipo de premios mirar por el retrovisor, hacer balance?

No, porque yo estoy en plena vigencia; no me hace pensar que mi carrera se esté acabando ni nada por el estilo. No soy persona de hacer balances, no soy nostálgico ni me gusta hablar siempre del pasado: cuando yo iba a tal sitio o hacía tal cosa… Yo no hacía, hago. Ni siquiera hablo de lo que voy a hacer hoy, sino de lo que voy a hacer mañana. Siempre he ido por la vida así y me ha ido muy bien. Recuerdo cosas familiares y eso, pero en cuanto a mi carrera, voy mirando hacia delante siempre.

Hacia delante y hacia los escenarios. Seguir de gira tras 55 años es amar la profesión…

Tengo más ganas que nunca. Es que a mí me apasiona mi profesión. Es maravilloso levantarse por la mañana y salir a hacer lo que te gusta. Soy una persona, en ese sentido, que tiene mucha suerte.

Pero llegas a casas, dices que te vas de gira otra vez y no pasa nada…

¿Qué dices? Hay unas broncas tremendas, pero bien. Mis hijos me preguntan qué viene ahora, y empiezan las opiniones… deciden entre todos si lo hago o no. Uno de mis hijos me ha producido los últimos cuatro discos, las cosas en familia funcionan muy bien.

¿Qué es lo mejor de la profesión?

La profesión en sí, el escenario. Las cosas de alrededor ya tienen menos importancia para mí. El escenario, el darse a la gente, el volcarse en ellos, en que ellos se vayan llenos de ti a sus casas… Es algo maravilloso.

¿Algo malo?

Hombre, los viajes. Los viajes son cansados, sobre todo cuando hay demoras.
Sin que sea un balance, ¿has sentido en algún momento que tenías que renunciar a algo por seguir en este camino?

No. Afortunadamente, he hecho siempre en la vida lo que tenía que hacer y no he tenido que renunciar a nada porque tengo la familia más maravillosa del mundo. Ellos han apostado mucho por mí también. Así es como les gusta su padre y su marido. Me dejan hacer y me ayudan a hacer. Es muy importante. Si tuviera otra familia distinta delante, sería fatal. Todo eso a mí me ha salido muy bien.

Reinventarse, innovar, pero sin perder una marca o un sello personales. ¿Cómo se hace esto?

Esto nace contigo. No tengo que esforzarme mucho por poner el sello a las cosas que hago, el sello viene de fábrica, viene de nacimiento. A mí no me cuesta ningún trabajo. En este último disco han compuesto para mí, pero con total libertad, cada uno ha escrito lo que ha querido. Pero luego yo, inmediatamente después de que pase a mis manos, le pongo el sello. No tengo ni que pensarlo.

Un disco, Infinitos bailes, que es como un diálogo generacional en torno al arte: distintas generaciones de artistas confluyendo con el denominador común que es la música, el arte. ¿Qué conclusiones has extraído?

Siempre cosas interesantes. A mí me encanta oír a la gente, me encanta rodearme de gente joven porque me da la sensación de que estoy en mi sitio, estoy donde debo de estar, con los miedos que ellos tienen, que son mis mismos miedos. Lo que te saldrá bien o mal… es lo que yo siento, después de tantos años, pero es la misma historia. Veo que no estoy equivocado, que estoy bien, que estoy en el camino. Todos han escrito de una forma que me permite poner el sello; si yo no le hubiera podido meter mano, hubiera sido un desastre. Considero que ha sido una relación maravillosa, que se va a repetir varias veces. Es muy difícil encontrar compositores tan buenos y yo los voy a conservar si ellos me dejan.

Miremos a la industria musical, ¿en qué momento estamos?

La parte industrial está un poquito convulsa ahora. El mercado musical es ahora muy diferente al que era. Antes se vendían millones de discos, millones literalmente, y ahora no. Un disco de oro eran 100.000 discos, y ahora no. Pero hoy en día sí existe la ventaja de que la música sale por todos los sitios habidos y por haber. No solamente en la radio, no solamente en la televisión, que apenas sale, sino por todos los sitios donde hay un aparato de algo, sale música. Y es bueno. Siempre digo que mientras yo exista estaré en todos los medios, estaré en la música, estaré saliendo por cualquier lado.

Creo que podemos hablar del “fenómeno” de Mi gran noche, el renacer de una canción reconvertida en himno. ¿Qué ha pasado ahí?

Eso ha pasado siempre, lo que pasa es que como ya son cinco generaciones y media, el bulto es más grande, hay más gente. Cuando yo tenía 20 años, la gente que iba a verme tenía 20 años, 18, 17, 22. Seguí cumpliendo años. Cuando tenía 30, iba a verme la gente que tenía 30 igual que yo, pero empezaban a aparecer los de 18 también, que se iban agregando. Cuando yo tenía 40, lo mismo, y cuando tenía 50. He ido juntando cinco generaciones y pico de gente de todas las edades y la última generación, de gente muy joven.

Pero es inevitable intentar analizar cómo uno pasa de ser ‘el ruiseñor de Linares’ al ‘jefe Indie’…

En cualquier caso, es más agradable que ‘el monstruo de la canción’. No se consigue de ninguna manera, eso se produce o no se produce. Es el público el que mueve esas cosas. Mi gran noche es una canción de Salvatore Adamo a la que Rafael de León, un buen amigo mío y un maravilloso poeta, me dijo que la letra no era buena y que se la iba a cambiar para que yo la cantara como Dios manda. Y tuvo su éxito grande. Luego bajó a un segundo plano, de canción de conocida por todos, pero en segundo plano, como tengo cientos. Y de pronto, hace nueve años, se puso donde está, pero a niel mundial. Se canta en los estadios de fútbol, se canta en los sitios más inverosímiles. Y ya en el teatro o en el Palacio de los Deportes, donde esté actuando, la canta directamente el público.

Otro gran éxito reciente fue tu regreso al cine de la mano de Álex de la Iglesia en Mi gran noche. ¿Te veremos pronto de nuevo en la gran pantalla?

Sí, claro, lo que pasa es que yo no puedo hacer cine tan seguido. Mi pasión son los conciertos y mis conciertos están firmados y hechos con años. Desde que hice Mi gran noche, desde que acepté ese guión, yo ya prometí que cada dos o dos años y medio haría una película. Voy a hacer hueco para hacer una película y ya estamos preparando la próxima. No sé si se hará, a mí me gusta, pero a lo mejor al director le gusta menos. Hasta que no esté caminando, no se puede hablar.

Fue una decisión valiente hacer esa película…

Yo siempre he sido un chico bastante echado para delante.

Hablemos de Madrid, una ciudad adoptiva pero, desde tan temprano, que casi te ha visto nacer…

Yo debería ser hijo adoptivo y predilectísimo de esta ciudad de la que no he salido. A mí me trajeron con nueve meses. Conocí Andalucía y mi tierra, Linares, donde nací, con catorce años. Yo soy madrileño, lo que pasa es que mi sangre es andaluza. Me encantaría ser hijo adoptivo de Madrid.

¿Cómo la definirías?

Madrid tiene un encanto que no muchas ciudades tienen. Es una ciudad relativamente pequeña, pero que tiene un encanto y un sabor y unas tapas… y la gente tienen una marcha muy especial. Madrid tiene un sello muy especial. Hay ciudades más hermosas, más grandes, pero que no tienen esta gracia que tiene Madrid.