Juan Pietranera. Ezequiel Navas. Javier Mera. Carlos Sánchez de Medina. Sergio Sancho y Juan Guevara. Javier Poncela. 15.000 espectadores, WiZink Center. 21-XII-2017.
La Razón – Ulises Fuente.
Pueden llegar las cenas de empresa y los turrones pero la sublimación del espíritu navideño es cuando Raphael interpreta «El tamborilero». Este hombre a los 74 años es tan eterno como un villancico y será por eso que ha elegido el símbolo del infinito para logo de su gira interminable. Dice Bob Dylan que el «Never ending tour» es el suyo, que lleva 30 años y tal. Qué ingenuidad. Es Raphael el que nunca se acaba, es él quien proclama estar «Loco por cantar», no como el malencarado de Minesotta que parece que lo hace obligado. Anoche, el de Linares apabulló a un WiZink Center abarrotado y se reinventó en músico indie (hasta salieron Iván Ferreiro y Vanesa Martín) con una banda guitarrera y eléctrica para pasmo general.
Así, como un divo rockero presentó «Mi gran noche» después de algunos temas recientes porque, dijo: «Yo sé a lo que ustedes han venido». Y no dio síntomas de flaqueza pese a los problemas de salud que le han mermado hace algunas semanas. Anoche interpretó infatigable 33 temas, que se dice pronto. Que confiese qué desayuna este señor. Con su inconfundible seseo, la camisa negra y el luto riguroso, Raphael mantiene sus dotes teatrales intactas y una voz de otra época perfecta para ese melodrama que sigue atrayendo a generaciones nuevas y, por cierto, ayer, ruidosas y entregadas. Jóvenes que incluso le contestan los estribillos al que «Sigue siendo aquel». «¡Yo soy el mismo, el Raphael de siempre!», proclamó por si alguno tenía alguna duda.
El tono del concierto abandonó la electricidad del comienzo para pasar a convertirse en un estándar «raphaeliano», el de los capítulos de su propio culebrón bombástico. «Gracias a la vida», «Escándalo», «Qué sabe Nadie», «Yo soy aquel» y «Como yo te amo» destilaron todo su poder de clásicos tan eternos como él, cortos de adjetivos.
No puedo arrancarte de mi…provocación, amame, estar enamorado, por una tontería son siempre un acierto